Madre mía, ya ha pasado más de un cuarto de siglo desde que comíamos, con una antena comprada en el bazar de la esquina y mal apoyada sobre un televisor lleno de interferencias, viendo Búscate la vida. Acabo de terminar la serie (otra vez), ahora con una calidad más que decente -deberías ver mis viejos vhs- y con el clásico doblaje al castellano. ¿Pirata? Bueno, digamos que ahora la serie es de dominio público. El caso es que he disfrutado de ella como siempre, pero por primera vez he observado una brutal diferencia entre sus dos temporadas. Podría decirse que la primera temporada se entraba en la vida de Chris Peterson en el…
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