Qué bonita es. Preciosa, diría. Y es divertida, trepidante, emocionante y valiente. Respetuosa. Inteligente, aunque con un par de licencias que se perdonan porque, a lo mejor, estamos antes la mejor entrega de la franquicia. Sin los viejos dinosaurios (hey, Ron Howard), como Lawrence Kasdan ni las innecesarias interferencias del blockbuster para young adults (Michael Arndt, te lo digo a ti), Johnson y Yedlin demuestran en apenas un par de minutos que J.J. Abrams y Dan Mindel se equivocaron al iluminar con los mismos juegos de luces de la galaxia vecina. El primer acierto de Star Wars: Episodio VIII – Los últimos Jedi, es entrar por los ojos con una…
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